lunes, 29 de junio de 2009

El Policlínico Militar

Eran alrededor de las 15:00 cuando en la instrucción de cuerda y nudos dictada en el Fuerte Militar de la Shell por los IWIAS sentí un dolor muy fuerte en la parte baja del abdomen la vejiga estaba totalmente hinchada. Sudaba, pero no por el calor húmedo de la selva, era por la fiebre, tan alta, que me causó haber esperado alrededor de dos horas que alguien me preste un baño en ese lugar, los instructores no le dieron importancia a mi pedido y los resultados fueron graves.

De inmediato la profesora encargada del grupo Martha informó a uno de los instructores que me sentía mal y me llevaron caminando por varios minutos hacia el policlínico de la institución. En el lugar atendía únicamente un doctor a quien todos le decían “Mi teniente”. Esperé varios minutos para que me revise. Estaba sentada en un cuarto lleno de conscriptos que me preguntaban a cada minuto de donde soy y porque estoy ahí.

El dolor era insoportable mientras los segundos transcurrían mi abdomen lucía cada vez más como el de una mujer embarazada. No pude soportar más y de repente sentí que una lágrima se escapaba y rodaba por mi mejilla permitiendo así que el doctor se conduela y me atienda de emergencia. La primera reacción del Teniente después de revisarme fue transferirme al hospital de la Shell, pero luego de cinco segundos dijo: “No quiero que tus compañeros, la universidad y tu familia se preocupen así que te voy a dejar aquí”.

No tenía idea como era el lugar en el que me iban a dejar. “Ven, acompáñame te voy a enseñar dónde vas a dormir”, dijo el Teniente. Me costaba mucho caminar después de las dos inyecciones que me puso para calmar el dolor. Lo seguí y entre a un cuarto con 4 conscriptos uno con la pierna rota, otro golpeado la espalda y la rodilla, uno tenía una grave infección intestinal y finalmente otro muchacho con una gripe que parecía pulmonía. El olor del dormitorio era completamente caliente y nauseabundo, todos compartían un solo baño. El Teniente me enseñó mi cama y me dijo que me recueste ahí y descanse, el olor de la almohada no me permitía descansar realmente me provocó unas cuantas arcadas. Al ver la almohada tenía manchas cafés y amarillas por todo lado. Decidí sacar la almohada de la cama y descansar sin ella.

La infección de las vías y cistitis me obligaban a ir al baño cada 5 minutos. Era casi imposible no llorara al ver un baño totalmente repulsivo donde volaban cientos de insectos alrededor del inodoro. Cuando eran las 20:00 sin parar de tomar agua y sin dejar de sentir el dolor. Apagaron las luces. Era toda una osadía llegar al baño en penumbras. Le dije a un Cabo que no me apague la luz porque necesitaba ir al baño todo el tiempo y que se me complicaba, pero no me hizo caso y me dijo que son órdenes de sus superiores y las debe cumplir. Con la ayuda de mi celular pude alumbrar un poco y llegar al baño.

El doctor llegó unos minutos después y prendió la luz, ordenó que me pongan un suero porque estaba deshidratada. Los militares se enojaron conmigo al ver que no se me veían muy bien las venas y decidieron inyectarme a la suerte. Sentí un dolor profundo hasta el hombro, les dije que me dolía y no me prestaron atención. No pude dormir del dolor del brazo.

Amaneció y vi que toda mi mano estaba hinchada y no podía mover los dedos. El doctor no estaba porque se había ido a un festejo y nadie podía ayudarme. No me cambiaron de lado el suero, pero me pusieron otro más. Tenía mucha sed y hambre y nunca me llevaron desayuno. Ya no soporte la sed y le pedí al chico encargado del lugar que me de agua y por curiosidad salí a ver de donde era el agua que me habían dado durante todo el día, cuando me acerqué a ver me di cuenta que era de la llave. Me habían dado agua del grifo siempre.

Cuando pensé que ya me iban a dar de alta para ir donde estaban mis compañeros con los instructores desarrollando el curso de supervivencia, llegó el doctor y me dijo que tenía que quedarme un día más. Para mí fue la peor noticia. Quería irme de ese cuarto del cual no nos dejaban salir ni a la puerta, además nos levantaban a las 5 de la mañana y teníamos que dormimos a las 9.

Al llegar la tarde mi celular se apagó ya no tenía como comunicarme con mi familia y le pedí a uno de los cabos que me preste un cargador de celular porque tenía uno parecido al mío y me dijo: “yo le prestó el cargador, pero sólo si se toma una foto conmigo”. ¿Cómo evitar que me tome una foto? necesitaba de urgencia el cargador así que decidí tomarme la foto y poder comunicarme con el mundo.
Salí del policlínico a las 6:00 después de pasar una noche un poco mejor a la anterior porque mi estado de salud mejoró. De la misma manera salí del Fuerte Militar alrededor de las 14:00 sin diploma, al igual que mis compañeros por no cumplir con lo programado, enferma y con el sabor amargo de una mala experiencia.

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